Los ecosistemas de Andorra concentran una riqueza natural que impacta no solo por su belleza visual, sino también por una enorme biodiversidad de fauna y flora, dando lugar a más de 180 tipologías de hábitats en todo el principado.
El territorio posee un promedio de 2000 m de altitud que varía enormemente con zonas que van desde las más bajas a 838 metros hasta las más altas con 2942 metros.
Sinuosos cordones montañosos dan lugar a espejos de agua cristalina en altura que a su vez albergan ejemplares como el tritón pirenaico (Calotriton asper) en el Estany de Juclà, vastas praderas o bosques colmados de vida floral con variedades como el lirio azul (Iris latifolia) en el Parque Natural Sorteny, parroquia de Ordino, o extensos ríos que recorren el territorio andorrano con la trucha autóctona (Salmo trutta fario) como uno de los ejemplares más conocidos, forman parte de un entorno en constante interacción y armonía.
Pero la diversidad natural de un ecosistema no solo se limita al propio ambiente, ya que funciona como un engranaje cuyas piezas juegan un papel esencial en el equilibrio colectivo.
Las aguas que fluyen por sus ríos provienen de fuentes puras como las lluvias o las nevadas invernales que a través del deshielo proporcionan un abastecimiento natural a lagos y humedales, formando así verdaderos corredores biológicos internacionales.
Gracias a este ciclo vital se genera una inmensa cantidad de nutrientes que es aprovechada por todos los entornos que rodean al torrente en su recorrido, como, por ejemplo, la vegetación de ribera.
Esta ultima cumple una función significativa en la salud de los ríos al permitir una importante conectividad ecológica entre las especies, actuando como filtros naturales que ayudan a purificar el agua, proporcionando hábitat y actuando como un corredor para la migración.
Además, proporcionan sombra y refugio a diversas variedades de animales como las nutrias (Lutrinae), anfibios como el Sapo partero (Alytes obstetricians), la granota roja (Rana temporaria) o el sapo común (Bufo bufo), la salamandra (Salamandra salamandra), y aves como el Milà Negre (Milvus migrans) cuyo hábitat frecuente se sitúa en cursos de agua, lagos y estanys.
Un tramo corto de río de tierras bajas puede contener 10 hábitats diferentes como estanques, rápidos, deslizamientos (aguas más profundas y de flujo lento), remansos, lechos de vegetación acuática, raíces de árboles sumergidas, sedimentos expuestos, riberas de ríos, vegetación ribereña y llanuras aluviales)
Pese a este muy preciado entorno, es importante considerar factores que alteran negativamente a los ecosistemas y desequilibran la balanza hacia un punto muchas veces critico, llegando hasta el punto de poner en riesgo la existencia misma de especies. Algunas de estas incidencias como el cambio climático, los crecimientos urbanos muchas veces en zonas vulnerables o próximas a ellas, la actividad agrícola excesiva, o la industria turística no controlada, ocasionan trastornos al ambiente con una repercusión inmediata y directa en los seres vivos que los habitan. Otro aspecto que puede incidir de manera negativa a la fauna y flora local es la introducción de especies invasoras o exóticas, las cuales en algunos casos acaban predominando y mermando a los ejemplares de la zona.
Un ejemplo de ello es el Barb roig (Phoxinus phoxinus), una variedad de pez introducida en estanys del país como cebo que, gracias a su gran proliferación ha provocado la importante disminución de vida local como el tritón pirenaico o el Isòet acuático (Isoetes Lacustris), una planta adaptada a las aguas de alta montaña.
Si bien las consecuencias negativas son difíciles de revertir, no resulta imposible restablecer la armonía natural en los hábitats perjudicados mediante soluciones que regulen y minimicen la actividad humana. En el caso concreto de Andorra y los ríos, existen diferentes normativas que promueven la protección del medio ambiente acuático mediante restricciones de pesca fijadas cada año por boletines oficiales, así como la producción controlada de truchas en la piscifactoría ubicada en Les Salines, parroquia de Ordino. Con el objetivo de reforzar la población en los diferentes cursos de agua.
Otras de las medidas llevadas a cabo por el Gobierno de Andorra es la legislación específica de licencias para obras que está centrada en la planificación de espacios y suelo para un crecimiento urbanístico sostenible, además de una apuesta cada vez más fuerte en el turismo sostenible y la educación medioambiental.
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